Cuando era crío y visitaba a mis abuelos, lo primero que hacía era sentarme en aquel piano a jugar y mi tía solía ponerse junto a mí para enseñarme alguna cosa, recuerdo con especial cariño esos momentos…posiblemente ahí empezó todo.

Considero que la vida es un camino en el que siempre hay que avanzar y del que tenemos que aprender constantemente y, desde luego, nunca podemos saber qué es lo siguiente. Cuando entré por primera vez en el conservatorio de mi Almería, no podía imaginarme tocando en distintos países europeos ni tampoco arropado por una orquesta, hoy solo puedo agradecer esos pequeños logros que la vida me ha ido ofreciendo. Han sido muchos años de formación y bastantes ciudades en las que he vivido pero posiblemente el cambio más significativo fue en Maastricht, allí estudié con Carlo Marchione, gran músico y persona, pero fue aún más importante el entorno que viví, mi situación personal y la gente que de allí pude llevarme lo que hizo que algún botón fuera pulsado. Todo mi enfoque cambió.

La que se conoce como música clásica es aquella que más me ha ofrecido, la que siempre he tocado y en la que puedo encontrar algo que no he sido capaz de sentir con ninguna otra expresión artística y me encantaría que todo el mundo pudiera sentir lo mismo que yo. Por eso mis conciertos son algo distinto a los habituales de la clásica, no voy de negro, hablo para que conozcáis cómo me siento con la música que toco, incluso recito algún poema…lo que más quiero es conectar con vosotros y emocionaros, eso es lo que más me mueve.

Me encanta lo que hago y, aunque no sé qué vendrá mañana, espero poder siempre seguir aprendiendo y disfrutar de la música y el Arte y sobre todo, espero encontrar siempre la manera de empatizar en un mundo que cada vez está un pelín más loco.